Hablamos de la inocencia y de la pureza de los niños, como un modelo a seguir.
Los niños están conectados al 100% con esa pureza, esa espontaneidad y ese fluir que les hace maestros.
¿Pero dónde erradica el secreto?
Muy sencillo, están conectados con los impulsos de su cuerpo en todo momento. Son fieles a lo que sienten; sin más.
Su sentir no ha sido aún coartado por las enseñanzas de los adultos sobre cómo se deben de comportar, o qué deben de sentir.
Cuando sienten que quieren besar a alguien, lo hacen. No se dedican a pensar: ¿qué va a pensar de mi? ¿Va a querer que me acueste con él luego? de verdad que no veo mi vida junto a él, ¿pero lo entenderá?
En ese momento que sentimos el impulso de hacer algo y no lo hacemos, nos estamos limitando y bloqueando. Le estás diciendo a tu cuerpo: aquello que sientes no es real. Y eso nos crea confusión.
Lo que sentimos es real, y precisamente es vivir acorde con esos impulsos lo que nos hace ser felices.
No se detienen a pensar, sienten la guía de su cuerpo y la siguen, porque es lo sencillo. Es lo natural. Eso es el aprendizaje que llevamos encima.
Cada vez que haces algo, sale por primera vez. Sin expectativas de cómo han sido otras veces. Tu sentir te hace estar conectado en ese momento.
Usamos la palabra inocencia para describir a los niños, y si nos conectamos con nuestro cuerpo y nuestro sentir, vamos a ser niños inocentes también.
Cada momento es divertido, donde sientes cómo la excitación se mueve por el cuerpo la alegría de hacer algo.
Es el Sentir por el placer de Sentir.
Y puestos que estás eligiendo, elige sólo lo que te hace sentir bien.