Cuando nos preparamos para sanar una situación en nuestra vida, muchas veces nos invade la prisa y la rapidez. Como si quisiéramos que de un día para otro todo desapareciera.
Llevamos años con ese mismo problema, y de pronto tenemos prisa.
Queremos una pastilla tan pronto te la tomas, el problema desaparece mágicamente al instante.
Pero eso no sucede aśi.
Cuando el cuerpo ha somatizado y existe un síntoma físico, ese proceso es más lento de cuando no ha llegado al estadío físico.
El cuerpo antes de somatizar un problema, intenta combatirlo de todas las maneras posibles, y cuando todas esas barreras han sido derrotadas es cuando aparecen los síntomas físicos.
El cuerpo es una máquina diseñada para mantenernos con vida, así que por defecto, siempre buscará preservar nuestra vida. Si sólo se alterara medio punto de PH en nuestro organismo, moriríamos.
Normalmente para somatizar, el cuerpo debe de afectarse por distintas áreas a la vez: la postural, la emocional, el pensamiento, el terreno débil, energético, el nutricional. Si sólo una de las áreas está desequilibrada, el cuerpo no se verá afectado.
Cuando empezamos a sanar una situación en nuestra vida, para no impacientarnos, hay una regla de sanación.
Debes contar que vas a tardar en sanar esa situación un mes, por cada año que hayas llevado arrastrando ese problema contigo.
Por ejemplo: si quieres arreglar un problema de dolor en la espalda que lo tienes contigo desde hace 3 años. El tiempo desde que empiezas a hacer cosas para mejorar ese dolor, hasta que esté curado, cuenta que será un máximo de 3 meses.
Normalmente queda en menos de la mitad, pero esa regla es la que deberíamos tener presente porque muchas veces la impaciencia nos puede. A veces puede que con una sola sesión el dolor desaparezca. Pero date el permiso para sanar durante ese período de tiempo.