En la vida se nos ponen delante situaciones que tenemos que elegir; momentos en que decidimos hacer algo nuevo en nuestra vida y tenemos que elegir qué hacer.
Aprendimos a pensar con la cabeza y racionalizarlo todo. Pasar por el filtro mental lo que nos gusta, lo que es correcto y lo que es bueno.
Todo esto usando unos baremo aprendido por la sociedad, nuestros cuidadores, la tele… en esos baremos también se encuentran las posibles reacciones que podemos recibir del exterior.
Todo ello forma una bola que la ponemos en una báscula para saber qué decisión tomar.
Esto sucede por haber hecho más importante la cabeza que el sentir.
A medida que nos vamos reconciliando con nuestro cuerpo, nuestra integridad nos pide que dejemos de usar esa báscula. Y usar nuestra única guía: el sentir.
¿De verdad puedo hacer caso a lo que siento?
He escuchado muchas veces esto, y siempre la respuesta es la misma: Sí.
Es estar de acuerdo con nuestro sentir lo que hace que estemos bien con nosotros mismos. No hay otro posible camino.
Dejando los juicios a parte. A veces la cabeza se rebela y chilla «¿cómo puedes sentir eso? después de todo lo que ha pasado». Pero la realidad es que sientes eso, y es a lo único que debes ser fiel.
Nunca hacer lo que la cabeza consideraba lo mejor ha hecho dormir mejor. Pero hacer lo que tu sentir te dice, eso sí que te hace dormir bien.
Y la mente, ya se relajará, cuando seas íntegra contigo mismo.
Eso te llena de paz. Eso es integridad con uno mismo.