Andamos por nuestras vidas. Ya no es que tengamos un camino previamente definido, tal y como así lo creímos durante un tiempo. Los contornos «del camino» desaparecen y ya no existe. Sólo el experimentar nos invade y la alegría de estar vivos nos colma.
Saltamos de alegría, reímos y vivimos. Exprimimos radiantemente cada momento de nuestras vidas.
En esos momentos deseamos ser mejores, más libres y más llenos de amor. Queremos una vida más completa. Lo deseamos con fuerza e integridad.
Y de pronto, cuando parece que todo es risa, la situación se presenta delante de nosotros.
Está allí y ya no tenemos escapatoria. Desde nuestra consciencia ya no podemos decir que no lo hemos pedido. Por que hemos sido nosotros y lo sabemos.
De pronto no podemos huir de esos deseos que siempre hemos pedido, como habíamos hecho hasta ahora. Ya están delante nuestro y es el momento de que verdaderamente se materialicen; que dejen de ser solo un «deseo».
Es el momento en que toma una estructura solida y real. En ese momento, es cuando te acercas al deseo, lo tocas y te estampas contra el muro de miedos. De nuestras raices; de lo que una vez pensamos y sentimos que éramos nosotros.
No hablo de los deseos «sencillos». Si no los Grandes sueños. Los que hacen replantearte tu vida. Esos anhelos que cambiarían tu vida, tus estructuras, el quién eres y qué vas a hacer a partir de ese entonces. De los que sabes que ya no hay vuelta atrás. De los que te lanzas al vacío y esperas volar.
¿Vas a moverte adelante? ¿Vas a dejar que los miedos te paralicen? ¿Vas a observarte como un espectador de tu vida? ¿Vas a hacer pasos adelante, aunque sólo sean los cómodos? ¿Te vas a llevar al límite de ti?
Los deseos que no se han cumplido, suelen ser porque nosotros mismos nos resistimos a que ocurran. Ya sea consciente o inconscientemente, los apartamos de nosotros. Pues en ese momento, deberías cambiar quienes somos y a veces, asusta.
Tanto si es en acción, como en pasividad. Tanto si te retiras o si has tirado adelante, es importante que sientas algo: lo hiciste lo mejor que supiste en ese momento.
Y no digo mentalmente. Al igual mentalmente sabías que querías hacer otra cosa. Digo el conjunto de las memorias, de las estructuras y los condicionantes. Esa suma es lo que gestionaste de la mejor que supiste.
Y es después de chocar contra el muro de los miedos que nos rompemos por dentro. Que visitamos nuestro infierno. Esa es la maravillosa oportunidad que tenemos para experimentar otra parte de nosotros, amarla y sentirla; integrarla en nosotros y cuando estamos rotos, es el momento que nuestra esencia se libera y nos podemos reconstruir.
Cuando realmente llegamos a ese punto, podemos perdonarnos. Desde nuestra parte humana, desde nuestros miedos y debilidades. Y sólo cuando abrazamos y amamos nuestra parte humana, es cuando lo increibles, maravillosos y divinos que somos refulge.