Después de tanto tiempo luchando y preparándonos en la batalla, somos diestros Guerreros.
Hemos aprendido las mejores técnicas para luchar con nuestras sombras, y las sombras de los demás, que nos rodean y nos paralizan.
Hemos aprendido a ver el miedo y darle un paso adelante sabiendo que lo vamos a vencer. Siempre seremos vencedores, puesto que somos los del Arte de la Espada. La guerra sagrada.
Alguna vez nos hemos caído y hemos pensado que pereceríamos. Pero nos levantamos otra vez, ya cargados de energía y dispuestos a continuar luchando.
Hemos aprendido que las batallas se libran en nuestro corazón y con nosotros mismo. Nuestras batallas han sido las más duras y olas más importantes. Nadie las ha conocido, ni siquiera se las ha podido imaginar.
Sabemos defendernos de todo y en cualquier tipo de ataque ganar.
Somos Guerreros de Luz.
Y es precisamente ahora que somos perfectamente habilidosos con la espada, que nos rendimos.
Si llegamos al abandono por extenuación, en algún momento vamos a levantarnos y luchar. Pero ya no. Esta vez ya nos tumbamos. Nos rendimos, no por ser más débil, si no precisamente porque nos sentimos más fuertes que nunca.
Aquí resta el guerrero, hábil en la batalla, fiero con sus enemigos y temido por su destreza.
Es en ese momento que entendemos que ya no existe la lucha, ni con nosotros mismos, ni con el mundo exterior.
La lucha carece de sentido y de motivación. Son sombras y luces, ni reales ni irreales. He aquí la gran paradoja que nos envuelve y que lo hace todo posible.
No existe un camino mejor que otro. No hace falta consultar las cartas, ni videntes. Ni siquiera comprobar que lo que sientes hacer es lo correcto. Tu sentir te mueve y esa es la única guía posible.
Hablaba con una amiga de por qué preguntaba a las cartas qué camino escoger. Ella me respondía: «para saber cual es el correcto».
– ¿Por qué preguntas a las cartas qué camino escoger?
– Para saber cual es el correcto
– ¿Y si todos fueran correctos?
– Para saber cual es el mejor
– Y ¿si no hubiera ninguno mejor?
– Para que Dios elija el mejor
– Dios no puede elegir el mejor. Él los creó todos. A él le gustan todos los caminos. ¿Si tuvieras que cortarte un pie cual te cortarías, el derecho o el izquierdo?
– Ninguno.
– Exacto. Los dos son tuyos y los dos los amas. Lo mismo le pasa a Dios. Él menos que nadie te puede indicar tu camino.
Aquí descansa la espada de un gran Guerrero.
