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Nos educaron en una época anterior. En un tiempo dónde las cosas difíciles tenían más mérito y finalmente las difrutabas más que las fáciles.
Donde siempre había una componente de sacrificio que se usaba para amplificar la victoria; siempre se saboreaba más y se vivía más. Como si el hecho de que fuera fácil-feliz algo ya de buenas a primeras, no sirviera para decantarte hacia esa opción.
Debíamos elegir la más complicada y lograr superarlo todo. Las adversidades, las dificultades y el dolor eran un punto de mérito. Eso es lo que hacía la vida valiosa.
Cuando se liberaba una emoción, era mucho mejor hacerlo catárticamente, saltar, brincar, notar el dolor en todo el cuerpo y retorcerse para su liberación.
Todo era pasando por un proceso de expiación y renuncia. ¡¿de qué se trata la vida?!
Basta.
De verdad, ya basta.
Estamos en un punto en que ya no tiene que ser así. Podemos liberar las emociones de una manera sencilla y rápida. Podemos conseguirlo todo de manera fácil y sencilla.
Podemos vivir fácilmente y felices. Puede ser todo fácil y continuar sintiéndonos realizados. Ya no hace falta que luchemos por nuestra vida, por nuestra liberación, por nuestra existencia.
Simplemente porque somos, hay suficiente. No necesitamos más, ni menos. No nos tenemos que ganar el cielo, ni tenemos que sufrir.
La liberación emocional puede ser a un nivel rápido y sencillo; y lo mismo sucede con las memorias corporales. Las podemos liberar de manera indolora, y no por ello menos eficaz.
Los masajes pueden ser casi indoloros. No hace falta sentir y que te estés retorciendo de dolor para notar una gran mejoría. Algún punto puede doler, pero no debe convertirse en una tortura.
Nosotros somos, y sólo por ello ya hay suficiente como para que todo sea sencillo.
Ya no nos tenemos que ganar nada.
Todo puede ser de otra manera.
Y si alguna vez pensamos que era distinto, sólo hay una frase para ello: Me habéis entendido mal.
